En el libro de Ángeles Caso, Contra el viento, aparece un fragmento verdaderamente interesante que transmite que la educación familiar es un factor muy importante. Me refiero a aquel en el que la narradora se cuestiona si su vida hubiese sido diferente de haber tenido una madre más alegre y no sumida en la depresión, como la suya.
La protagonista ve el mundo como algo temible y todo a raíz de que, en su casa, no existe un ambiente harmonioso. El padre era el culpable de esa vida. No les pegaba, pero tampoco era necesario, con solo un grito o una mirada se venían abajo. La madre estaba amargada debido a la clase de vida que lleva y los hijos temen la hora de la llegada a casa de su padre ya que saben que uno de ellos acabará el día sin cena y en un cuarto oscuro.
Sin embargo, la concepción de la vida de esta niña cambiaría si viviese con una familia que le mostrase su amor, le sonriese o simplemente le hablase como lo que es, una niña inocente que no tiene la culpa de los problemas de los mayores.
Me parece importante que nos demos cuenta de que cada persona es una muestra de lo que ha recibido. Existe una gran diferencia entre una persona que ha recibido cariño y otra que no. Si cuando eras un niño, tu entorno familiar te trataba con amabilidad, te sonreía, te hablaba en un tono adecuado para tu edad, cuando seas mayor harás lo mismo. Sabrás demostrar tus sentimientos con simples gestos como un beso, una caricia o un abrazo. Sin embargo, si te has criado en un ambiente lleno de gritos, insultos, golpes, malas contestaciones… verás la vida desde esta perspectiva, creyendo que no existen otras formas de vida y amargarás la vida de los que te rodean.
Por eso, lo mejor es vivir una vida que no provoque amargura. Eso sí, con la colaboración de todos.
Sara Villalba.
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